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A finales de 2025 este sistema operativo llegará a su final y la recomendación es instalar Windows 11 para no tener problemas
Microsoft se prepara para cerrar una etapa fundamental en la historia de los sistemas operativos. El 14 de octubre de 2025 marcará el fin del soporte de Windows 10, el sistema operativo que llegó a consolidarse como el más empleado en el mundo a lo largo de casi una década. Aunque seguramente habrá algunos que se negarán a abandonarlo.
Esta decisión implica una transición de software y afectará el funcionamiento y la seguridad de millones de dispositivos en todo el planeta. Por lo que aquellos que quieran seguir usándolo, tienen dos alternativas asumiendo los riesgos de cada uno.
En el proceso de actualización de sus sistemas, Microsoft trabaja con calendarios estrictos. El fin de soporte de Windows 10 22H2, la última versión disponible, está agendado para el 14 de octubre de 2025.
A partir de esa fecha, la compañía dejará de enviar cualquier tipo de parche de seguridad, corrección de errores o actualizaciones funcionales. La penúltima versión, 21H2, ya finalizó su ciclo el 11 de junio de 2024, y desde entonces solo la instalación de la versión 22H2 garantiza la continuidad de la seguridad hasta el punto límite fijado para el sistema.
El abandono de actualizaciones periódicas no es una simple cuestión de versiones desfasadas. Significa la “muerte” efectiva de la plataforma a los ojos de Microsoft, ya que cualquier descubrimiento futuro de fallas o vulnerabilidades quedará sin solución oficial.
El final de soporte implica que Microsoft no asignará más recursos al mantenimiento y desarrollo de Windows 10. Aunque el sistema seguirá funcionando técnicamente en los ordenadores, quedarse en una versión sin soporte implica exponerse a riesgos significativos.
Ante la ausencia de parches de seguridad, cualquier nueva vulnerabilidad detectada tras la fecha límite quedará sin respuesta oficial, lo que deja la puerta abierta a ataques e infecciones por malware.
Otra consecuencia directa es el abandono progresivo por parte de los desarrolladores de aplicaciones. Con el paso del tiempo, los nuevos programas dejarán de estar disponibles para el antiguo sistema, y los ya instalados dejarán de recibir mejoras o actualizaciones. Así, aunque en los primeros meses tras el fin de soporte el ordenador siga operativo, la experiencia de uso irá deteriorándose hasta volverse insostenible.
Ante este panorama, los usuarios de Windows 10 disponen de dos alternativas principales para mantener operativo su equipo:
Microsoft pone a disposición de quienes deseen conservar su dispositivo la posibilidad de adquirir actualizaciones de seguridad extendidas (ESU). Este programa otorga hasta tres años adicionales de parches críticos de seguridad, mediante el pago de una tarifa anual que arranca en 30 dólares el primer año y se incrementa progresivamente en los años sucesivos hasta alcanzar el límite de 2028.
La suscripción ESU resulta especialmente atractiva para empresas y organizaciones que, por cuestiones de compatibilidad, gestión de grandes volúmenes de información o dependencia de software legado, no pueden migrar de inmediato a Windows 11.
Los usuarios domésticos también pueden contratar este servicio como solución de transición, aunque se trata de una opción temporal y con coste.
Adicionalmente, existen versiones corporativas de largo soporte como Enterprise LTSC hasta 2027 o IoT LTSC hasta 2032. Estas ediciones están pensadas para entornos de misión crítica y no suelen estar disponibles para particulares, pero garantizan el soporte durante un período más amplio en infraestructuras industriales o empresariales.
La tercera alternativa consiste en continuar utilizando Windows 10 aun después de su fecha de expiración. Aunque el sistema seguirá funcionando y permitirá el empleo de los archivos y programas instalados, esta elección implica asumir riesgos importantes desde el punto de vista de la seguridad y la estabilidad.
Los expertos desaconsejan esta ruta, salvo en casos muy justificados, debido a la elevada probabilidad de ser víctima de malware, virus o bug sin resolver.
Quienes decidan seguir este camino deben considerar ciertas medidas adicionales: evitar la conexión a redes abiertas o sensibles, limitar la instalación de software nuevo, hacer copias de seguridad regulares y utilizar soluciones de seguridad de terceros actualizadas. Aun así, ninguna de estas herramientas puede garantizar una protección total frente a vulnerabilidades descubiertas y no corregidas.
Como alternativa en este escenario crítico, también se puede considerar un cambio radical de sistema operativo, migrando a alguna de las variantes de Linux. Las distribuciones ligeras como Lubuntu, Xubuntu o Linux Mint funcionan de manera eficiente en máquinas antiguas y no exigen los rígidos requisitos de hardware de Windows 11.
Además, ofrecen un entorno estable y seguro, con soporte comunitario y compatibilidad para la mayor parte de tareas de oficina, estudio y navegación habitual.
Written by: E-GRUPOCLAN
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