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HUMOR PARA LEER Y ESCUCHAR Reflexiones de la vida diaria: «Metidas de pata» E-GRUPOCLAN
El crimen de María Alejandra Zarza fue un femicidio. Pero ni entonces ni ahora se podrían encontrar palabras para describir la crueldad de la que fue víctima la noche del 19 de febrero de 2002, cuando antes de asfixiarla, el asesino le “arrancó” a patadas de su vientre el bebé de ocho meses que gestaba y la vació por dentro. Nicolás Rinaldi, el hombre del que ella estaba enamorada y padre de ese hijo, fue condenado en 2005 por la Justicia de Neuquén a 21 años de prisión como “partícipe necesario de homicidio simple cometido con dolo eventual”, pena que agotó oficialmente el último sábado 13 de enero.
“El dolor es insuperable y la bronca es aún más grande porque ahora me puedo encontrar al asesino de mi tía haciendo las compras como si nada”, Dijo Yasmín Perroni, sobrina de Alejandra. Por otro lado, señaló que para su familia la condena que cumplió Rinaldi no significó ni siquiera un alivio. “Lo que le hizo a mi tía no tiene nombre, no hay forma de pagar semejante atrocidad”, explicó.
Nicolás Rinaldi fue el único condenado por el femicidio de Alejandra Zarza, aunque su rol en el hecho no se probó con certeza y siempre existió la sospecha de que no pudo haber actuado solo. Tampoco se logró establecer cuál fue la escena del crimen. Y más doloroso aún, no se supo cuál fue el destino del bebé de la víctima, ya que el feto, la placenta y el útero nunca fueron encontrados.
Alejandra y Nicolás se habían conocido en la escuela y tenían varias cosas en común. Los dos habían nacido en marzo de 1976 y ambos habían sido adoptados. Crecieron juntos y la amistad creció con ellos hasta que se convirtió en algo más. Parecían estar predestinados a estar juntos, pero con el tiempo Rinaldi se puso de novio con otra joven y tuvo una hija.
Sin embargo, nunca le puso fin a los encuentros que mantenía con Alejandra.
Según consta en la causa, a la que tuvo acceso LMNeuquén, el propio Rinaldi declaró sobre su vínculo con la víctima: “Nos conocimos en el colegio nocturno. Siempre estuvimos en contacto y al finalizar el colegio, en 1995, esa amistad fue un poco más fuerte. Nos hacíamos confidencias uno a otro. En 1997, tuvimos una relación sexual, en virtud de que ella estaba anímicamente mal debido al alejamiento de su novio. Creo que fue un error. Además, esa noche habíamos bebido algo de alcohol. Luego seguimos como amigos y ella reanudó su noviazgo. Después me enteré, por ella, de que habían terminado. Yo era como su amor imposible”.
Y completó: “Volvimos a tener una relación y cinco meses después me entero de que ella cursaba el segundo mes de embarazo, por lo que se originaron discusiones debido a que yo no reconocía el embarazo como mío”. Por su parte, los compañeros de trabajo de Alejandra en el Tribunal Superior de Justicia – que estaban al tanto de las salidas con el acusado y del enamoramiento de la joven – agregaron que Rinaldi la presionaba para que abortara, pero que ella no tenía intenciones de hacerlo.
Aquel 19 de febrero, la noche que desapareció, Alejandra tenía 25 años y estaba embarazada de ocho meses, pero hacía casi seis que no veía a Nicolás Rinaldi. Estaba contenta porque él había accedido a encontrarse con ella, y tenía la ilusión de que por fin reconociera a su bebé y pudieran retomar la relación.
Rinaldi la pasó a buscar cerca de las 23 por su casa, ubicada sobre la calle Irigoyen de Neuquén Capital. Una de sus hermanas la acompañó hasta la puerta y esperó a que la joven se subiera al Volkswagen Polo del hombre y se alejaran los dos. Esa fue la última vez que la vio.
Al día siguiente, al ver que la joven no volvía, llamaron a Rinaldi y este aseguró que ya no estaba con ella, pero no pudo decirles dónde la había dejado. Entonces la familia hizo la denuncia y todos empezaron a buscarla. La incertidumbre duró una semana y le cedió lugar al horror el 26 de febrero de 2002, cuando un puestero encontró el cuerpo de Alejandra a 300 metros del río Limay.
La Justicia necesitó de dos autopsias para reconstruir lo que había pasado con la víctima. Así se llegó a la conclusión de que le habían practicado un aborto violento y que la causa de la muerte había sido por asfixia mecánica. También se supo que antes de morir, Alejandra sufrió un calvario.
De acuerdo al informe de los forenses, la joven había sido golpeada en la zona lumbar –tal vez una o más patadas–, y esto había provocado que empezara el trabajo de parto. Después, literalmente le sacaron a tirones el bebé del vientre y en la tracción arrancaron por completo también la placenta y el útero.
Además, tenía signos de ataduras y había presencia de sangre en las venas de sus miembros superiores, indicio de que había estado con las piernas flexionadas a lo alto, como en posición de camilla ginecológica. Sin embargo, los peritos fueron contundentes sobre este punto y concluyeron que el procedimiento no se había realizado en un hospital y que los autores tampoco habían usado objetos cortantes para realizarlo.
Por último, establecieron que el cuerpo de la víctima fue lavado y arrastrado hasta el lugar donde lo encontraron una semana después de su desaparición, en una laguna denominada Balsa Las Perlas. Del bebé, en cambio, no se hallaron rastros.
Rinaldi fue a juicio dos veces por el crimen de Alejandra. En el primero fue absuelto, pero a partir de la apelación de los fiscales y la querella, el Tribunal Superior de Justicia de Neuquén anuló ese fallo y ordenó un nuevo debate.
En el segundo juicio, la Justicia consideró que había sido “partícipe necesario de homicidio simple cometido con dolo eventual” y lo condenó a la pena de 21 años de prisión. También quedó claro que habían participado dos o más personas en el hecho, pero no se pudo probar.
“Rinaldi no actuó solo”, dijo convencida a TN Yasmín, la sobrina de Alejandra, y apuntó: “Al menos él y su padre, que era el que menos quería que se supiera que mi tía estaba embarazada de su hijo”. De hecho, una de las versiones que se barajaron indicaba que la escena del crimen había sido el taller que tenía en su casa el padre del imputado.
Para llegar a la condena, hubo un elemento inesperado y determinante para ubicar a Rinaldi en la escena: rastros de polen.
Tanto en las zapatillas que tenía puestas él esa noche, como en los pedales del auto y en las alfombras traseras y del acompañante. En todos esos lugares los peritos encontraron rastros del polen de una planta acuática llamada ludwigia uruguayense. Este ejemplar sólo crecía por esa época del año en la zona de Balsa Las Perlas, donde apareció el cuerpo de la víctima.
Si Nicolás Rinaldi fue el hombre que “entregó” a Alejandra a quienes después la asesinaron o cuál fue su rol en el atroz crimen de su amante es una pregunta que todavía no tiene respuesta. Él nunca reconoció su responsabilidad en lo ocurrido y mucho menos se disculpó por el trágico desenlace de la historia. “Nunca se acercó a mi familia a pedir perdón ni reconoció nada”, subrayó la sobrina de la víctima, que enseguida aclaró que ya no esperan tampoco que lo haga.
después de la sentencia, una hermana de Alejandra expresó entre lágrimas: “Él camina, él respira, pero nosotros estamos aferrados a un portarretratos y a los recuerdos”.
Diez años fueron los que estuvo preso. En 2015, la misma Justicia que lo había condenado benefició a Rinaldi con la libertad condicional y finalmente, a mediados de este mes, agotó oficialmente la condena y recuperó definitivamente la libertad.
“Rinaldi está libre hace mucho por haber tenido buena conducta adentro de la cárcel”, lamentó Yasmín Perroni, desencantada. “Para mi familia y para mi, Justicia hubiese sido que él cumpliera toda su condena dentro de una celda común y sin privilegios”, agregó. No obstante, también es conciente de que ninguna sentencia les hubiera podido devolver a Alejandra, y antes que nada justo sería que ella y su bebé estuvieran vivos.
“Seguir adelante es una forma de decir, seguimos como pudimos como familia”, manifestó la joven, que era apenas una nena cuando asesinaron a su tía. Y destacó: “Somos muy unidos, siempre lo fuimos”.
Es que aunque pasaron 22 años desde esa fatídica noche en la que Alejandra salió de su casa y se encontró con la muerte, su familia se aferra a los recuerdos y su ausencia duele tanto como si se hubiera ido ayer.
“Mi tía era la alegría de casa, era la más chica de los hermanos por lo tanto con mis primos y conmigo tenía una relación muy cercana”, contó Yasmín. Y añadió: “Conmigo estaba todo el tiempo, era la persona más importante en mi vida”.
La joven guardó todo lo pudo como tesoros preciosos. Fotos, peluches, hasta se tatuó las iniciales de su tía para llevarla para siempre con ella.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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