Hace 47 años el rock perdía a su Rey. El 16 de agosto de 1977, en Graceland, su mansión de Memphis, moría el mítico Elvis Presley y millones de fanáticos en todo el mundo lloraban por una pérdida irreparable. Aunque la causa oficial de su muerte fue una “arritmia cardíaca”, lo cierto es que su estilo de vida y adicción a las drogas lo habían llevado a ese desenlace. También se habló de conspiraciones, de que en realidad no había muerto y a lo largo de los años han corrido las más disparatadas versiones.
Tras la muerte del rey del rock se escribieron muchos libros y todos los miembros de su entorno contaron las vivencias compartidas. Su guardaespaldas y amigo Sonny West reveló una de las más divertidas anécdotas del día en que quiso salir de compras para hacerse un sándwich y le dijo a la incrédula telefonista “necesito un taxi, soy Elvis Presley”.
El astro del rock se encontraba de gira en Palm Springs, en el oeste norteamericano. Habían alquilado una espectacular casa para que se hospedara durante su estancia en la ciudad y allí pasaba sus días junto a un nutrido equipo de asistentes. Una mañana, todos habían salido -menos Elvis- para hacer compras.
“Queríamos que tuviera tomates, huevo, panceta y pan para hacerse unas tostadas en el desayuno”, dijo West. Confiados en que el cantante se levantaría tarde, como siempre, salieron despreocupados. Sin embargo, Elvis ya estaba despierto… Y con hambre.
Al advertir que no había nadie en la casa, creyó que lo mejor era salir a comprarse comida. Levantó el teléfono y le dijo la operadora “necesito un taxi, soy Elvis Presley”. Sorprendida, la mujer le respondió que ella no hacía eso. “¿Y qué hace?”, preguntó la estrella del rock. Una vez que le aclaró que su función era ayudar con las llamadas de persona a persona, le dio el número de una agencia de taxis.
Elvis llamó a un nuevo número y le respondió otra mujer. “Necesito un taxi”, pidió el cantante. “¿Qué tipo de taxi?”, preguntó la telefonista, ofreciéndole todo tipo de servicios de traslado. A Elvis no le importaba, así que le dijo: “Uno amarillo, como los de todo el mundo”.
Cuando le preguntó la dirección en la que se encontraba, Elvis no supo responder. “¿Necesita un taxi y no sabe en dónde está?”, dijo en voz alta la despachadora, que a esa altura pensaba que el cliente estaba haciendo una broma. Elvis explicó que estaba alquilando una casa y por eso debía averiguar el número de puerta. La telefonista aceptó enviarle el taxi no sin antes avisarle en tono enérgico: “Eso sí, cuando llegue será mejor que salga y suba”.
“Estaba acostumbrado a que sus asistentes le resolvieran todo, así que no sabía cómo manejarse en las pequeñas cosas de la vida diaria sin ayuda”, resumió su guardaespaldas, que no terminó bien con Elvis: fue despedido en la última etapa del cantante por no consentir la vida disipada y sus adicciones. Presley sufría de estreñimiento, hipertensión, diabetes y problemas hepáticos, todos atribuidos en gran medida a su estilo de vida insalubre.
Su muerte se produjo en uno de los lujosos baños de la mansión de Graceland. Su novia de entonces, Ginger Ale, de sólo 20 años, fue quien lo descubrió tendido en el piso, inconsciente, y pidió ayuda.
Los médicos no pudieron hacer nada para reanimarlo y el entorno de Elvis hizo desaparecer evidencia incriminatoria antes de la llegada de los investigadores. Las drogas, que habían sido una constante en su vida, estaban presentes en niveles alarmantes. Su médico personal le había recetado más de 8,000 pastillas en su último año de vida, y su cuerpo reveló rastros de 14 medicamentos diferentes en cantidades desproporcionadas.
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