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HUMOR PARA LEER Y ESCUCHAR Reflexiones de la vida diaria: «Metidas de pata» E-GRUPOCLAN
Aesta altura, no suena exagerado calificar como «euforia» el momento que vive el mercado financiero: los bonos soberanos acumulan una suba de 80% en cuatro meses, el índice Merval está en su nivel más alto desde 2018, el riesgo país está en 1.460 puntos después de haber sobrepasado los 2.700 puntos en octubre pasado. En fin, todas señales de que los inversores apuestan a que el plan de Javier Milei dará resultado.
Y el síntoma más contundente de ese cambio de humor es el dólar: la brecha entre el «contado con liqui» y el tipo de cambio oficial sigue debajo de 30%. Y si se compara con el dólar importador -es decir, el oficial más el impuesto PAIS de 17,5%- entonces la brecha se reduce a apenas 9%.
Los contrarios futuros del mercado Rofex marcan un desplome en las expectativas devaluatorias: la posición a abril cotiza ahora a $912, cuando a inicios de año se acercaba a $1.200. Y el Banco Central, que este jueves compró otros u$s206 millones, ya acumula en marzo compras por u$s2.439, a pesar de que todavía no empezó el «trimestre dorado» en que llegan los dólares de la exportación por la cosecha gruesa del campo.
Las reservas del BCRA ya pasaron los u$s28.000 millones y hay bancos que proyectan que para fin de año estará en u$s36.000 millones, con lo cual habrá sobrepasado la meta a la que se había comprometido en enero.
En el mercado internacional se están haciendo eco de esta situación, desde medios periodísticos influyentes como The Economist hasta bancos de inversión globales como Morgan Stanley. Este último publicó proyecciones que sorprenden hasta a los más entusiastas seguidores de Milei, como una caída de la inflación hasta un 31% para 2025, junto con una suba de 16,2% en la tasa de inversión bruta para el año próximo.
Es en ese clima que Milei retuiteó una nota de la agencia Bloomberg sobre Paolo Rocca, el CEO del grupo Techint, que manifestó públicamente su confianza en un crecimiento explosivo de la producción de petróleo y gas en el yacimiento de Vaca Muerta.
«La estabilidad vino para quedarse. Esto es un punto clave, porque muchos como que se quedan especulando cuando vendrá el cimbronazo», dijo Caputo, quien en las últimas semanas ya había reprochado a los empresarios del área alimenticia y de las cadenas supermercadistas por fijar precios altos, para anticiparse a una eventual devaluación.
El ministro le recordó al auditorio que no tendrían otra oportunidad de ver un gobierno tan sintonizado con ellos para generar un clima propicio para las inversiones, y anticipó que, una vez lograda la estabilización de la economía, empezaría un proceso de baja de los impuestos a partir del año próximo. Fue, como era previsible, la parte del discurso más aplaudida.
Pero claro, todas las buenas noticias tienen siempre su lado B. Al mismo tiempo que los mercados festejan la estabilidad financiera con un empuje en todos los títulos, se conocen nuevos datos que dan la pauta sobre la magnitud de la recesión.
Por ejemplo, el índice de producción industrial que mide la fundación FIEL, que arrojó para febrero una contundente caída interanual de 7,1%. Y más preocupante que el número es la tendencia, porque mes a mes se va registrando una caída más grande. Y el reporte de FIEL afirman no se perciben señales de una recuperación en el corto plazo.
La caída es bastante extendida en todas las ramas de la industria, y alcanza al 68 por ciento de los rubros de la actividad. Y revisiblemente, entre los sectores más afectados están aquellos más ligados a la obra pública, como la producción de cemento.
También la producción automotriz, que tiene un problema con la importación de insumos, tuvo su retracción más fuerte de los últimos dos años. Y ya se empieza a ver la consecuencia de esta situación en los niveles de empleo.
Pero no sólo esta industria pesada fue la afectada sino que también la crisis llega a los bienes de consumo masivo. Por ejemplo, el rubro alimentos y bebidas tuvo una caída interanual de 3,3 por ciento.
Es ahí donde aparece la contracara de la euforia de los mercados. La industria está utilizando apenas un 54,6% de su capacidad instalada. Y la tasa de inversión bruta tendrá este año una variación negativa de 6,7%, según los análisis de los bancos.
Es un dato que va de la mano con el desplome de las importaciones. En febrero pasado hubo compras por apenas u$s4.093 millones, una cifra mínima en comparación con el promedio mensual de u$s6.143 millones que se registró el año pasado. De hecho hay que remontarse a inicios del 2021, cuando todavía teníamos el impacto de la pandemia, para encontrar un mes con tan pocas importaciones.
Lo cierto es que el bajo nivel de las importaciones no es un accidente sino que cumple con el plan diseñado por Caputo para reforzar las reservas, que necesariamente implica un holgado superávit comercial como fuente casi única de divisas.
Es por eso que las proyecciones de superávit en la cuenta corriente -se espera un 1,8% este año- no deja mucho lugar para el festejo, porque la variable de ajuste es, finalmente, la inversión productiva.
De hecho, los economistas recuerdan reafirma la vigencia de la «regla del 3 a 1» entre importaciones y PBI. Esto implica que se necesita que suban tres puntos porcentuales en la importación para que la economía crezca un punto, dada la dependencia de la industria nacional respecto de los insumos y maquinaria importada.
Las proyecciones de la encuesta REM se volvieron a corregir a la baja, y ahora se espera que la caída en la actividad para este año sea de 3,5% del PBI.
Ese escenario de contraste tiene, como principal tema irresuelto, el desarme del cepo cambiario. A pesar de los rumores de hace algunos días, en el sentido de que el gobierno quería acelerar el proceso y liberar los controles luego de la Semana Santa, lo cierto es que todo apunta a un proceso más largo.
Tanto Caputo como el propio presidente Milei reconocieron que, tal como están las cosas, todavía no se alejaron del todo los fantasmas de una hiperinflación. En otras palabras, que no hay un nivel de demanda de pesos lo suficientemente fuerte como para asegurar que no haya una corrida masiva hacia el dólar.
Hoy se mantiene un nivel aceptable de dinero ahorrado en los bancos -si bien en un volumen mucho menor al de hace un año- por la vigencia del cepo cambiario. De todas maneras, en el gobierno se considera un éxito el hecho de que, aun después del recorte de las tasas -que dejó a los plazos fijos con una renta nominal mensual de 6%- se haya notado una suba de 7% en la última semana.
Pero todavía la posición del Banco Central es frágil como para pensar en la liberación del mercado cambiario. El propio Milei le puso cifras a la situación, al mencionar la necesidad de un refuerzo de u$s15.000 millones, e insinuar que el gobierno está buscando un préstamo por ese monto.
En todo caso, el plan oficial no contempla un levantamiento del cepo para antes del segundo semestre, tanto por la dinámica cambiaria como por el panorama político -dado que se busca tener firmado el acuerdo con las provincias para asegurar fuentes tributarias que permitan el equilibrio fiscal-.
Mientras tanto, todo el esfuerzo de Caputo y su equipo está puesto en el mantenimiento del dólar en niveles bajos. Es algo que los economistas consideran factible, dado que está por empezar el trimestre de liquidación fuerte del agro.
«Flujo mata fundamentals», es la frase de moda en la city, donde se considera que todavía hay muchas dudas sobre la sostenibilidad del plan económico, pero se reconoce que, en el corto plazo, Caputo logró mantener la situación bajo control. A un alto costo, claro: la contracara de la euforia en los mercados es una profunda recesión auto-generada.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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