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HUMOR PARA LEER Y ESCUCHAR Reflexiones de la vida diaria: «Metidas de pata» E-GRUPOCLAN
Patricia Melana (56) sufre una enfermedad crónica poco frecuente y la controla con un aparato especialmente calibrado para su organismo. Este martes, mientras aguardaba un turno en un centro médico de la ciudad de Córdoba, se lo robaron y decidió emprender una campaña para recuperar este dispositivo que solo le sirve a ella.
La mujer nació en Buenos Aires, aunque vive desde la infancia en Villa Carlos Paz, donde trabaja como farmacéutica. A raíz de una cistitis intersticial, hace ocho años tiene una prótesis en la tercera y cuarta vértebra de la columna. La terapia consiste en estimular la zona a través de un neuromodulador sacro, “una especie de control remoto que hace que yo pueda prender o apagar el mismo implante, subir o bajarle la intensidad, según las necesidades del tratamiento”, explica.
Patricia asistió a la sucursal del Instituto Outon en la capital cordobesa. Tenía un turno para hacerse una resonancia, pero como llegó temprano y le quedaba una hora libre, decidió ir a la cafetería del centro médico. Allí ocurrió el robo.
“Yo tenía el dispositivo en un estuche adentro de un neceser que llevaba en la mochila. Cuando me levanto para irme, noté que la mochila estaba abierta y me faltaba el neuromodulador. Ahí recordé que, minutos antes, alguien atrás mío se había levantado y sentí como un empujón leve. Pensé que había sido sin querer, pero no”, le cuenta a TN.
“Era un hombre de apariencia desaliñada. La moza me contó que se sentó, pidió un vaso de agua y, a los pocos minutos, se levantó y se fue. En teoría lo tienen identificado, pero hasta ahora no sé nada y estoy sin el dispositivo”, explica.
Patricia está desesperada por varias razones. Por un lado, dice que el neuromodulador es vital para su tratamiento paliativo y mejoró su calidad de vida. Y por el otro, tiene la certeza de que el artefacto no tiene ninguna utilidad para el ladrón ni para nadie.
“En la Argentina no se fabrican. Los traen de Estados Unidos con una calibración específica para cada paciente en particular. Solo me sirve a mí”, insiste, y continúa: “Quien lo haya robado seguramente no sepa para qué sirve y lo va a tirar”.
El implante regulado a través del neuromodulador fue la solución al mal que sufre Patricia. “Solo el 7% de la población padece cistitis intersticial, el 4% de los pacientes son mujeres y se desconoce su origen”, detalla. Además, explica: “La enfermedad hace que, con el tiempo, la vejiga se vaya apolillando. El nervio pudendo, que nace en la columna, produce eso al pasar por la vejiga. La va comiendo. El implante reemplaza al nervio pudendo”.
Sin el dispositivo, Patricia vuelve a sufrir un rebrote de los síntomas. Y el riesgo adicional de que la solución, esta vez, plantee distancias difíciles de acortar. “El aparato está discontinuado. No se fabrica más. Para cambiarlo por uno nuevo, tendrían que colocarme un nuevo implante”, precisa. Los problemas de importación que aquejan a varias industrias, los costos y la voluntad de su obra social asoman también como posibles obstáculos.
“Tenía un dolor crónico que me imposibilitaba caminar, me hacía dependiente de un inodoro y me afectaba mucho la calidad de vida. Con el neuromodulador había encontrado la solución”, vuelve a lamentar, y concluye: “Ahora, por ejemplo, tengo encendido el implante. Necesito apagarlo y, como me robaron el aparato, no puedo hacerlo. También debo regularlo si el clima varía, o si tengo que hacer actividad física. Para todo, dependo del neuromodulador”.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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