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HUMOR PARA LEER Y ESCUCHAR Reflexiones de la vida diaria: «Metidas de pata» E-GRUPOCLAN
El talento argentino brota en cualquier deporte, disciplina y ciencia del mundo. La garra para sobreponerse a las adversidades es algo que empuja a destacar y eso no se consigue en ningún otro lado. Uno de los lugares donde el crecimiento nacional está en un gran momento es en las artes marciales mixtas (MMA) y uno de los nombres que no pasan desapercibidos es el de Jorge Climent.
Si de garra y perseverancia hablamos Jorge y su hermano Agustín son un claro ejemplo. En las últimas semanas fueron protagonistas de uno de los eventos más importantes del año: estuvieron en la esquina de Ilia Topuria, el peleador georgiano-español que rompió los esquemas y venció a Alexander Volkanovski para consagrarse campeón del peso pluma de la UFC.
En diálogo con TN, Climent recordó su historia, destapó un accidente que le cambió la vida, la llegada de Ilia Topuria a su gimnasio y qué se siente tocar el cielo en su pasión. “Empezamos limpiando autos, haciendo mudanzas. Vinimos sin nada: 100 euros y lo que nos entraba en la mochila”, recordó con orgullo.
En muchos momentos de su historia, por diversos motivos, la Argentina perdió grandes talentos que hoy florecen en diferentes partes del mundo. Uno de los más recordados y quizás el más duro de todos, fue el Corralito en el 2001. La situación económica fue terrible, muchas personas perdieron todo lo que tenían y debieron empezar de nuevo. En ese grupo se encontraba la familia Climent, que pudo emigrar a España a través de allegados que los ayudaron. Así pudieron recuperar todo lo que perdieron, pero con mucho esfuerzo.
Tras el estallido, los Climent arribaron a Alicante, la ciudad al sur de la Península Ibérica donde tenían familiares lejanos que les dieron una mano. Como parte del núcleo familiar estaban Jorge y Agustín, quienes, con la ambición de la juventud, no dudaron en rebuscársela para salir adelante.
El camino de Jorge y Agustín Climent siempre se trató de salir adelante a base de esfuerzo y sacrificio. Su vida estuvo ligada al deporte desde chicos y fue uno de sus motores más importantes. “Nosotros el primer deporte que hicimos fue judo. Después seguimos por el rugby, jugamos en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires”, recordó Jorge en diálogo con TN.
Sin embargo, el encargado de meterse de lleno en el mundo de las artes marciales fue el más pequeño de los dos: “El primero que empezó con las artes marciales fue mi hermano Agustín: empezó a hacer boxeo en CUBA, después hizo capoeira y se metió en el Jiu-jitsu. Yo al principio me metí en el Ejército, estaba en la escuela de oficiales y salí al tercer año. Mi hermano ya entrenaba, lo probé, me gustó y empecé con él, y desde ahí arrancamos juntos a tope”.
En pleno inicio de los 2000, las MMA no eran un deporte con la popularidad de hoy en día y los comienzos no fueron fáciles. “Cuando yo empecé, él ya hacía un año y medio que estaba entrenando. Había sido de los primeros en Argentina en el Jiu-jitsu. Cuando yo llegué, se había desarmado el grupo. Llegó Freddy Sukata, que sigue siendo nuestro maestro al día de hoy, y empezamos a entrenar ahí”.
Al mismo tiempo, se las rebuscaban para seguir creciendo y se les ocurrió una movida insólita: “Antes de venirnos para España dábamos clases dentro de nuestra misma casa: vivíamos en un departamento que era una planta baja, teníamos una habitación en la que dormíamos los dos y en el living armamos un tatami que lo convertíamos en sillón para ver la tele. Teníamos las colchonetas, había un olor ahí que era terrible, no teníamos ventanas, ja. Y ahí vivíamos, dábamos clases, trabajábamos de cadetes en el centro en bicicleta”.
Este camino se vio truncado por el estallido del 2001 que azotó a nuestro país. “Cuando fue el Corralito perdió todo mi papá y decidimos venir para acá”, contó Jorge.
La expedición partió rumbo a España con lo que tenían a mano y a seguir remando: “Vinimos mi papá, mi mamá, mi hermano Agustín y yo. Dejamos un hermano allá que justo la novia estaba embarazada, tiene tres nenas ahora. (Vinimos) a probar suerte”.
Con 20 y 23 años, Agustín y Jorge comenzaron su camino con lo que tenían a mano para ayudar a su familia y poder sobrevivir en un país completamente ajeno. “Nosotros empezamos limpiando autos, haciendo mudanzas. Vinimos sin nada: 100 euros y lo que nos entraba en la mochila porque nos gastamos todo en traer a nuestra perra, ja”.
Mientras intentaban ganarse el sustento, Jorge y Agustín no dejaban de lado su pasión, concentrados en seguir creciendo: “Buscábamos dónde dar clases. Nadie sabía lo que era el Jiu-jitsu. Alicante no es Madrid ni una gran ciudad. Estaban todavía con Karate Kid, alguna película de Van Damme y poco más (risas). Fue difícil darles a entender a la gente lo que era: no sabían lo que era un Mata León, era todo nuevo”.
“Nosotros teníamos un montón de conocimiento porque veníamos con cinturón violeta, mi hermano ya había peleado en Vale Todo. El primer campeonato de España lo hicieron ese año en Barcelona. Fue difícil juntar el dinero para el pasaje, no teníamos ni dónde caernos muertos”, relató Jorge.
Y agregó: “Nosotros formamos grupos, es el día de hoy que los primeros 10 cinturones negros siguen con nosotros. Cada uno tiene su trabajo, pero somos como familia. Nos llevamos súper bien. Poco a poco se está transformando como la Tailandia del MMA acá en Europa”.
Con el pasar de los años, el nombre Jorge y Agustín Climent empezó a correr en el mundo de las MMA de España. Sin embargo, se dio un hecho que cambió por completo la vida del hermano mayor,
“Empezamos poco a poco a dar clases en gimnasios, fuimos armando grupos. Cuando cumplí 29 años tuve un terrible accidente en moto: me atropelló un auto. Me rompí los dientes, la tibia, el peroné y la nariz. Tuve 16 operaciones, quedé destrozado. Me dijeron que no iba a poder entrenar más”, reveló Jorge.
Lejos de quedarse inmerso en esa lesión impresionante, vio una oportunidad única que no desaprovechó: “Me dieron un dinero, creo que eran como 50 mil euros. Y con eso me gasté todo en montar el gimnasio, era un lugar alquilado, pero le hicimos todo: tatami, jaula, remodelamos los baños”.
De ese momento que pudo ser fatal, Jorge sacó lo mejor y lo usó para no rendirse y seguir con más fuerza que nunca contra todo pronóstico: “Mientras tanto me iban operando, me recuperaba, me volvían a operar. Después de eso volví a competir. En MMA peleé profesional, gané. Peleé en Jiu-jitsu, fui campeón en Europa en grappling. Todo después de eso. Eso de no poder hacer algo y verdaderamente desearlo me inspiró y me dio un montón de fuerza, me hizo darme cuenta de que era mi vocación. Con mi hermano le dimos un montón de empuje al club”.
Dado el crecimiento del gimnasio, las peleas y los torneos, todo se empezó a superar las expectativas: “Poco a poco empezamos a hacer los eventos. No había federación ni nada, teníamos miedo de que viniera la policía y nos cerrara todo. Fuimos como pioneros. Era muy difícil”.
Cuatro años después de ese accidente que le cambió la vida, se dio un punto de inflexión que sería crucial para el crecimiento y reconocimiento a nivel mundial: la llegada de Ilia y Alexander Topuria al gimnasio.
“En 2013 llegaron los dos: Ilia tenía 15. Yo peso 100 kilos y no quería entrenar con ellos porque eran como pajaritos, pero mi hermano les peleaba solamente con las piernas. Les gustó, se engancharon y es el día de hoy que es el mejor luchador del mundo”, recordó Jorge entre risas.
La historia de los Topuria no es un camino de rosas, sino un ejemplo de superación. “Ellos tienen una historia dura. Nacieron en Alemania, pero tienen dos hermanas más. Fueron a Georgia y con el tema de las guerras y las invasiones han pasado bombardeos, la pasaron muy mal. Han vivido solos con la abuela cuando los padres se buscaban la vida”.
En su llegada a España, los Topuria tenían hambre de gloria e iban en busca de un sueño. Tras comenzar con la lucha grecorromana aparecieron en el gimnasio de los Climent por una casualidad: “No sabían ni hablar en español. Ellos hacían lucha grecorromana en Georgia. Venían buscando lucha y se encontraron en el colectivo con un alumno nuestro con la oreja reventada, tal como suelen tener los luchadores por la fricción en las tomas. Se le acercaron y así fue como llegaron. No tenían idea del Jiu-jitsu o las MMA, su sueño era ser campeones olímpicos en lucha. Cuando vinieron y vieron lo que había y el nivel, se enamoraron”.
El crecimiento de Ilia fue impresionante y tan solo un año después ya sabía que se quería dedicar de lleno a luchar y conseguir su sueño. Esta propuesta llegó con un fuerte reclamo: “Un día vino el padre que nos quería matar. ‘No quieren ir más al colegio, quieren venir a entrenar todo el tiempo’. Yo le dije ‘Mirá, si fuera mi hijo y me dice eso yo le respondería que vaya para adelante, pero con la condición de que esté 24 horas ahí. Pero yo hago lo que vos me digas’ Y ahí arrancaron a tope”.
Este consejo de Jorge al padre de los Topuria fue desde el corazón y desde el ejemplo: “Mi hermano tiene a su hijo Leo, que está entrenando desde que tiene siete años, mi hijo pelea el sábado y tiene nueve. Lo que hacemos para los demás, lo hacemos para nosotros también. Obramos con el ejemplo y creemos que lo que hacemos es verdaderamente bueno y le aporta algo positivo a la gente. En mi caso, por ejemplo, me ha ayudado un montón: me ha dado disciplina, me ha dado un montón de ganas de vivir, de triunfar en la vida y de cumplir mi sueño. Lo quiero para mis hijos y se lo recomiendo para cualquiera. Es un deporte que no solo le das, sino que te devuelve”.
Si bien en el mundo del deporte suele haber algunas cualidades que diferencian a los que realmente nacieron para eso, a tan corta edad era difícil de saber con el menor de los Topuria. Sin embargo, Jorge pronto se dio cuenta de que “verdaderamente era máquina”.
Sin embargo, como en todo en la vida, al talento tiene que acompañarlo una cuota de suerte, de la que tienen aquellos que están destinados. “Fuimos a un campeonato de Arnold Fighter y cuando le tocó pelear lo vio Schwarzenegger, fue la única vez que vino a España. Lo vio ganar, nos hicimos la foto con Arnold y todo. Tiene algo de exhibicionista, que está con los grandes. Está tocado por la varita”.
Al escuchar y conocer la historia de los Climent y de los Topuria, uno se puede encontrar con que hay muchas similitudes. Si bien los caminos fueron diferentes, hay pequeños detalles que los asemejan: “Yo estoy muy agradecido por todo lo que ha hecho, nos ha abierto muchas puertas. También es como una proyección: lo que no pudimos nosotros lo proyectamos a través de él. Nos tocó ser pioneros y a él, lo mismo. Esa conexión está. Es muy gratificante ver a alguien que querés como un familiar, como un hijo, que consigue el éxito. Siempre lo vivimos sin apoyo de nadie, siempre fuimos visitantes, hemos tenido que bancar todo nosotros, excepto gente cercana que nos han ido ayudando con lo que podían”.
Teniendo en cuenta la fuerza y la bravura que exigen las MMA, hay prejuicios muy instalados. Jorge y Agustín tratan de derribarlos con el ejemplo y mucho esfuerzo.
“Yo trato de unir para que todos tiremos para el mismo lado porque al final todos nos vamos a beneficiar de lo mismo. Creo que en la escuela antigua había un poco de ‘Los míos con los míos, los tuyos con los tuyos’, competencia old school, mala fama. A mí me gusta vender esto de una manera más positiva, algo que verdaderamente transmita una enseñanza, que te deje una educación, que no es un deporte de brutos. En realidad, cuánto más profesional te hacés, menos bruto sos, más tenes que usar la inteligencia, más tenés que darles vueltas a las cosas, tener un plan, tener un equipo formado, hacer cada uno lo que le corresponde”.
La pelea de Ilia Topuria ante Alexander Volkanovsky era una de las más esperadas para los fanáticos de las MMA. Desde que se anunció este choque de estrellas, la fecha estuvo marcada en el calendario y la expectativa fue enorme.
Una vez que llegó el día, efectivamente se dio una especie de Big Bang sobre el octágono del Honda Center en Anaheim, California.
Los videos recorrieron el mundo, un Ilia confiado y seguro de sí mismo caminó a la jaula con la mirada decidida y fija. “Yo lo soñé”, repitió en un recorte que se viralizó.
Lo cierto es que todo el equipo tuvo esa misma mentalidad y se volvió realidad. “Lo veníamos repitiendo desde hace años. La gente no se lo creía o no tomaba conciencia de cómo era. Nosotros no estamos encerrados en nuestras casas: hemos viajado un montón y sabíamos el nivel que había. La prueba está en la diferencia que marcó. Nosotros estábamos muy seguros, pero la gente decía. ‘No, cómo le va a ganar a Ryan Hall, cómo le va a ganar a Emmett, como le va a ganar a tal, a tal’. Y sí, los va a pasar por encima”, recordó Jorge con una gran sonrisa en el rostro.
“La gente nos preguntaba ‘¿estaban nerviosos?’ y la verdad que no. Íbamos en el micro cantando, jugando, mi hermano se durmió antes de la pelea y nos reíamos”, contó como una de las anécdotas que quedarán de ese 18 de febrero.
Tras este golpazo al mundo de las MMA, y luego de muchísimos años de crecimiento y sacrificios, a Jorge le llegó el reconocimiento tan esperado: fue nombrado como el director de la Federación Valenciana de Lucha.
“A mí me interesa que el deporte en España cobre fuerza. Ahora cada Comunidad tiene un presidente. Yo estoy en la Comunidad Valenciana. Es de todo: de lucha, de Jiu-jitsu, de grappling. Está todo muy dividido porque los que hacen MMA no están metidos en la Federación. Decidí meter la cabeza ahí para unir. Para que más gente participe de las (competencias) Autonómicas y vayan a la Española. Si llegamos a unir a los equipos que hay, podríamos tener mucha fuerza dentro de España. Creo que es la forma de devolverle al deporte todo lo que me dio”, afirmó Jorge con la mirada puesta en el futuro.
Después de dar este golpe que sacudió a todos en las MMA y en la UFC, los fanáticos se preguntan qué sigue. Sin embargo, en el equipo de Topuria mantienen la calma: “No tengo idea de qué tiene pensado la UFC. Ahora Ilia está en Georgia. Ahora le surgen cosas todas las semanas, tiene un montón de protocolos que antes no había. Supongo que cuando tenga fecha (de pelea), empezaremos a hacer el campamento como siempre. Pero que venga el que venga”.
La realidad es que en carpeta no aparece un rival claro y hay una realidad a la vista: Ilia arrasó en la categoría. “A ver, quién prefiero o quién no, no sé. Con (Sean) O’Malley no va a pasar porque Merab (Dvalishvili) es amigo de él, entonces no le vamos pisar los pies a nuestro colega. En el peso de él, le ganó sobrado a Volkanovski. Y a Volkanovski, ¿quién le hizo sombra? ¿Por qué alguien va a tener derecho a pelear con él? No sé qué es lo que va a pasar. Que venga lo que venga. Yo creo que debería defender el título y después, a lo mejor tener una pelea con (Islam) Makhachev”.
Dentro del mundo de las MMA, la ilusión de ver chocar a los más grandes es constante. Los peleadores cambian de pesos, se adaptan para dar el mejor espectáculo y medirse ante los más grandes.
Por eso, tras vencer a Volkanovski, en pleno octágono, Ilia lanzó un desafío que revolucionó a todos: una pelea con Conor McGregor. Pero la gran pregunta es: ¿se puede dar?
“Con McGregor en el Bernabéu se tiró el anzuelo a ver si pica. Es la pelea del dinero. Nosotros estamos abiertos a todo y creemos que en estos momentos es uno de los mejores peleadores del mundo y puede luchar en más de un peso. Entonces hay que aprovechar antes de que todas estas movidas que no teníamos nos empiecen a afectar. Hay que sacarle jugo”, sostuvo Jorge. Y avisó desafiante, pero con mucho orgullo: “Mientras tanto, nosotros seguimos con un ejército detrás”.
En el cierre de la charla, aún emocionado por el relato y la catarata de recuerdos, lanzó una frase que parece funcionarle como un mantra: “Luchen por sus sueños”.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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