Los trastornos del sueño son una de las epidemias crecientes en nuestro tiempo y son muchas las personas que los padecen y a las que les cuesta dormir. Muchos expertos quisieron asociar este aumento con diversos factores como el estrés, la contaminación acústica y lumínica o la ubicuidad de los dispositivos, como smartphones o tablets.
Concretamente, se cree que la llamada luz azul, el tipo de luz emitida por estos aparatos, podría ser altamente disruptiva para nuestro ritmo circadiano (el ciclo de alternancia entre vigilia y sueño). No obstante, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Basilea, Suiza, y la Universidad de Múnich, Alemania, publicado en el medio académico Nature sugiere que este tipo de luz podría no ser tan perjudicial como se pensaba.
Los autores se centraron en explorar los efectos de los cambios calibrados entre azul y amarillo en la luz a lo largo del reloj circadiano humano. Para ello, expusieron a varias personas a tres tipos diferentes de luz (azul, amarilla y luz blanca constante de fondo) una hora antes de que se fuesen a dormir por la noche.
Si bien los expertos sostienen que la luz en sí misma, sí que puede interrumpir y perjudicar el descanso de las personas, de esta experiencia concluyeron que no existe evidencia suficiente de que las variaciones de tono en el eje azul-amarillo tengan un efecto en el reloj circadiano o en el sueño.
La intensidad, ¿el factor determinante?
En realidad, existen otras evidencias científicas de que el modo en el que la luz puede afectar a nuestro descanso es diferente. Por ejemplo, una revisión de la literatura publicada en 2019 en la revista científica Chronobiology International sugiere que el problema no estaría en el color de la luz a la que nos exponemos, sino más bien en la intensidad y en el momento del día.
Este trabajo concluyó que la exposición a luces brillantes por la tarde y la noche provocaba una disminución en la secreción de melatonina, una de las hormonas implicadas en la regulación del sueño. Este estudio sí que observó que se documentaron diferencias en este efecto en función de la longitud de onda de la luz, pero advirtió que la reducción estaba presente en todos los casos de exposición a la luz.
Todo ello parece no apuntar a que la luz de los dispositivos no sea perjudicial para el descanso de las personas, sino más bien a que no sería específicamente más dañina que otras formas de luz, como luces blancas o amarillas igualmente intensas o, incluso, luces intermitentes.
Estos estudios no son en sí mismos suficientes para desacreditar la recomendación, frecuentemente formulada como medida de higiene del sueño, de evitar la exposición a la luz de las pantallas en las horas anteriores al sueño. En todo caso, es posible que lo mejor sea ir reduciendo la cantidad e intensidad de las luces a medida que se acerca la hora de dormir si queremos un descanso reparador, absolutamente necesario para mantener una buena salud.
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