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Con la economía abierta y sin devaluaciones como atajo, las empresas deben mejorar su eficiencia y enfrentar los sobrecostos internos y externos para elevar la competitividad
Las cartas ya están echadas. El rumbo económico está definido. Economía abierta, estabilidad monetaria y tipo de cambio estable. El dato, es que la “devaluación salvadora” no existe en el menú de opciones del gobierno. Por lo tanto, debería desaparecer del menú de alternativas de salvatajes esperados por las empresas.
En toda economía, por acción de la competencia, más temprano que tarde los precios se igualan. Los especialistas lo llaman “arbitraje”. Cuando se abre la economía sucede lo mismo. Los precios domésticos tienden a igualarse a los internacionales. Esto implica que las empresas locales deben alcanzar la misma eficiencia que las extranjeras. Ese desafío requiere un programa de reducción de costos tanto puertas adentro como puertas afuera.
Hacia adentro las empresas tienen que ajustar lay outs (diseños de plantas), procesos de producción, inversión en maquinarias, sistemas de provisión, logística, e incluso es de esperar un proceso de relocalización industrial hacia lugares de proximidad de las materias primas. La búsqueda de economías de escala requiere simplificar requisitos para asociaciones y fusión de empresas.
El sector industrial y empresario argentino está en condiciones de afrontar tamaño desafío. La competencia plantea desafíos, no amenazas. El empresariado argentino ha enfrentado problemas más acuciantes. La apertura económica puede encararse con un ambiente de negocios más amigable, un sistema financiero orientado a la producción -en especial a las pymes- y una presión tributaria decreciente.
Pero el desafío mayor de la apertura está puertas afuera. Es el llamado “Costo Argentino”, que podría definirse como la diferencia de costos entre Argentina y el exterior por la misma prestación del Estado. Con esta definición, podemos identificar los siguientes factores:
Algunas notas sobre los distintos componentes del Costo Argentino.
Si estudiamos el costo efectivo del sistema tributario, cualquier comparación internacional nos coloca por encima de competidores de todo el mundo. Quizás el efecto más nocivo no sea mensurable. La voracidad fiscal también desincentiva la formalización de los emprendimientos, fundamentalmente los más pequeños.
Algunos de estos costos están en vías de reducción, al menos parcial a nivel nacional, gracias a políticas de desregulación, desburocratización y transparencia fiscal. Además, el superávit fiscal permanente originará una revolución en el acceso al crédito por parte del sector privado.
No obstante ello, el Costo Argentino sigue elevado e inviable. En un esquema de política económica donde la “salvación vía devaluación” no viene más, el combate de los costos deviene inevitable. La madre de todas las batallas será bajar costos internos y externos.
“Quien no se entromete en asuntos públicos paga su pereza con su fortuna” decía Juan Bautista Alberdi. El sector privado tiene una enorme responsabilidad en la reducción de los costos internos y en el combate de los costos externos.
Debemos estar atentos en la propuesta, en la vigilancia y sobre todo en difundir y clarificar donde está apretando el zapato. El tiempo ya corre, el reloj de arena está en marcha.
El autor es Economista y empresario pyme
Escrito por E-GRUPOCLAN
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